jueves, 31 de enero de 2008

Enero y el petróleo


Este 19 de enero, La Jornada publicó a ocho columnas que entre enero y septiembre de 2007 PEMEX obtuvo ganancias de 432 789 millones de pesos. Sin embargo, mientras todos los países petroleros del mundo invierten en su propia riqueza, en México el dinero de PEMEX se usa para pagar las millonadas que ganan los deslegitimados poder ejecutivo, poder legislativo y poder judicial. Recordemos incluso que muchos corruptos sexenios se han salvado gracias a repentinos incrementos en el precio del petróleo: así sucedió a José López Portillo y a Vicente Fox.


Por un lado los panistas y los priístas neoliberales insisten en que faltan recursos para expandir la industria mexicana del petróleo. Su presidente Felipe Calderón afirma que sólo los grupos extranjeros pueden invertir en la refinación, exploración, distribución y comercialización del energético. Y por otro lado los mexicanos nos preguntamos: si tenemos naranjas y dinero para hacer y envasar jugo ¿porqué comprarlo a otros? ¿Porqué enriquecer a comerciantes extranjeros con nuestra propia materia prima habiendo tanta pobreza en el país?

En la TV, el desinformante espectáculo de los operativos militares –que no han reducido ni un gramo de consumo y no han quitado ni un centímetro de territorio a los narcotraficantes-, sigue ocupando los noticieros. Mientras un extranjero, defensor de intereses económicos del extranjero, ha sido nombrado por la cúpula para convencer a los legisladores renuentes de la importancia de ‘expandir’ la industria del petróleo. El nuevo acuerdo PRI-PAN se ha puesto en marcha.


Si no hacemos algo, explica el prestigiado analista Alfredo Jalife, el más ambicionado botín de las transnacionales finalmente estará a su alcance antes de que llegue el mes de abril. Más aún, dice Jalife, hoy está en juego una segunda independencia de México. Por eso se sumó el 9 de enero a Andrés Manuel López Obrador y a otros intelectuales y luchadores sociales que formaron el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo. Unos días después varias universidades como la UNAM, la UAM y la UACM crearon también un Comité Universitario para defender el derecho de nuestro país al energético. De febrero en adelante ya veremos.

jueves, 24 de enero de 2008

Tartufo o cómo traicionar a tus amigos

Clasificada como comedia, uno sólo necesita recurrir a la imaginación para recrear los momentos más divertidos del Tartufo de Molière. Yo nunca la he visto representada pero la he leído varias veces... y como es el propio Molière quien mejor nos puede hacer reir, aquí me concreto a detallar la trama.


Tartufo es un defensor de los valores cristianos, hipócrita y falsamente devoto. Auto pregona su humildad, su devoción y honradez. Orgón lo conoce orando, sirviendo a la iglesia, y finalmente lo recoge en su casa donde, ante el descontento de la familia, empieza a imponer sus reglas de santidad y honradez.


Crédulo hasta el fanatismo, Orgón cede su voluntad al intruso, lo hace su confidente y lo sienta a la cabecera de su mesa. Según descripción de una sirvienta, Tartufo se vuelve “su locura, su todo, su héroe; le admira en toda ocasión, le cita a cada paso; le parecen milagros sus menores actos y tiene por oráculos todos sus dichos”. Incluso Orgón le confía los documentos secretos de un amigo que ha sido desterrado por el rey.


Los problemas empiezan cuando Orgón anuncia a su hija Mariana que deberá casarse con Tartufo. A fin de interceder, la esposa de Orgón se acerca al impostor, quien dejando a un lado su máscara la corteja abiertamente: “conmigo no corre riesgo vuestro honor… los hombres como yo ardemos con un fuego callado; con nosotros es siempre seguro el secreto. Nos importa mucho nuestra fama, y no hay mejor fianza para quien nos ama. Aceptando nuestro corazón, se goza un amor sin escándalo y un placer sin temores”.


Damis descubre el cortejo y acusa a Tartufo. Pero Orgón toma por difamación los hechos y exige a su hijo que pida perdón de rodillas. Ante la negativa, lo destierra y deshereda, para después donar todos sus bienes al hipócrita.

El acto cuarto es el más conocido de la obra. Orgón insiste en la boda y asegura que la tranquilidad de su esposa Elmira es prueba de la inocencia de Tartufo. Ella defiende su postura como ‘discreta frialdad’ y lo reta a ver lo que ha visto Damis. Orgón acepta y Elmira lo oculta bajo una mesa para esperar a Tartufo, ante quien se manifiesta celosa de Mariana. El impostor le pide una prueba de su amor argumentando que “en efecto, el Cielo prohíbe ciertos deleites; pero se pueden encontrar arreglos (…pues) El mal reside únicamente en la publicidad que se le da. Y pecar en silencio es como no pecar”.


Cuando el ofendido Orgón deja su escondite y exige a Tartufo que abandone la casa, éste le contesta: “Saldréis vos; vos, que habláis como si fuerais el dueño. La casa es mía y lo haré saber”. La comedia se resuelve cuando Orgón, a punto de salir camino a la cárcel –pues Tartufo además ha denunciado sus secretos-, se entera sorpresivamente de que el príncipe ha suspendido el contrato, perdonado la ofensa y apresado a Tartufo, un pícaro famoso que no podía escapar a su discernimiento.

lunes, 21 de enero de 2008

Pensamiento complejo


El pensamiento complejo, la propuesta de organización del saber occidental creada por Edgar Morin, ha generado en sus seguidores un perverso sentimiento: el de ser dueños de las técnicas del pensar, el de poseer el conocimiento, la suma de toda la ciencia. Desgraciadamente, el Método de Morin se ha convertido en campo de snobismos, en refugio de intelectuales insufribles que necesitan divulgar su nueva retórica para que todos sepan que saben.



Lástima…! Cualquier postestructuralista les diría que sólo pueden llegar a conocer lo que el sistema de su lengua les permite, y que incluso dentro de su lengua les falta dominar –he aquí un gran proyecto para los ‘pensadores complejos’- la poesía. Cualquier marxista orgánico (es cierto que ya no hay muchos) les diría que falta acción, mucha acción transformadora, y que de Freire a Morin se quedan con Freire.



En fin, lo que yo admiro de Edgar Morin es su Política de civilización, lúcida reflexión acerca de la vida contemporánea, posible sólo desde la perspectiva de un francés muy francés. En Francia, pese al indudable avance técnico del capitalismo, se prefiere aún el bien-vivir al bien-estar. El más grande desafío contemporáneo es precisamente que conforme se eleva el bienestar (comida rápida y fácil, automóviles, diversión) crece el malestar –contaminación, subdesarrollo intelectual, afectivo y moral- y se reduce el bienvivir.


“Todos los problemas humanos tienen hoy una dimensión política”, escribe Morin, y adelanta que una política de civilización implica la solidaridad con los desposeídos que atrapados en la vida prosaica no tienen tiempo ni recursos para vivir una vida poética. Un programa político civilizado se plantearía en primer término eliminar las causas públicas de malestar –la guerra o el hambre, por ejemplo- en vez de favorecer lo que entiende como bienestar.



El modelo de ‘progreso’ que tanto defienden nuestros políticos, su concepción tan gringa de la vida, nunca comprendió que la comunión con los otros, la fiesta, la danza, el canto, el amor, el gozo de los ritos que ocupaban la vida de los antiguos mexicanos existían porque, en una tierra rica en dones, habían trascendido el estado prosaico, el del trabajo que da para comer, y no ambicionaban para nada el concepto de bien-estar basado en acumular bienes y en transformar su vida a costa de la explotación de los otros.


El progreso sin civilización solo sirve a las conciencias voraces del capitalismo, esas que necesitan incrementar la necesaria vida prosaica para asegurar su propio bienestar. Una política de civilización, dice Morin, implica acabar con la hiper-prosa (modernización, tecnologización, neoliberalismo) y crear “una contra ofensiva poderosa de poesía que provoque el renacimiento de la fraternidad”. Se trata de esa poesía y esa acción que hacen tanta falta a los flamantes seguidores de Morin.

martes, 15 de enero de 2008

Quisiera tener varias sonrisas


Concha Méndez
Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme...

Y al igual que en el gesto buscar en la mentira
diferentes disfraces, bien vestir el engaño;
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,
con sutil maniobra, la caricia del daño.

Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros,
los que pueblan el mundo y se llaman humanos:
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos
y al final... el lavarse tan tranquilos las manos.


Sirva una imagen de Jacovenko para ilustrar Quisiera tener varias sonrisas de Concha Méndez. Concepción Méndez Cuesta, nació en Madrid el 27 de julio de 1898. Campeona de natación y de gimnasia, fue durante su juventud una viajera incansable: a los 21 años estuvo en Londres y a los 31 en Buenos Aires y Montevideo. Conoció a su primer novio, Luis Buñuel, en San Sebastián. El noviazgo duró cinco años pero el control machista que quería ejercer Buñuel sobre su persona y su creatividad, la llevó a romper la relación. Amiga de juventud de Rafael Alberti, Federico García Lorca y Luis Cernuda, se le considera miembro del Grupo del 27. Tenía 33 años cuando conoció al poeta y editor Manuel Altoaguirre con quien se casó y marchó a Londres, donde nació su hija Paloma. Sus testigos de boda fueron García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda y Jorge Guillén. La pareja edita libros y revistas que difunden la obra de Miguel Hernández, Miguel de Unamuno, Pedro Salinas y de toda la generación del 27, entre quienes se encuentran ellos mismos. Durante la Guerra Civil Española se exilian a París donde les recibe Paul Éluard y donde Concha empieza a publicar obras para teatro. En 1939 se establecen en La Habana donde montan su imprenta y publican sus propios escritos. Y en 1944 parten a México donde se divorcian. Durante los siguientes 35 años Concha Méndez siguió viviendo en México pero no publicó ni una línea, hasta 1979 en que aparece su último libro, Vida o Río. Muere en México en diciembre de 1986.



Entre los libros de Concha Méndez destacan Inquietudes (Madrid, 1926), Surtidor (Madrid, 1928), Canciones de mar y tierra (Buenos Aires, 1930), Vida a vida (Madrid, 1932), Niño y sombras (Madrid, 1936), Lluvias Enlazadas (La Habana, 1939) y Villancicos de Navidad (México, 1944). En 1990 James Valender publica una autobiografía de Concha Méndez (Memorias habladas, memorias armadas) basada en grabaciones que le hiciera en la casa de Coyoacán su nieta Paloma, donde es destacable la lucha de toda una generación de mujeres intelectuales que tuvieron que vivir a la sombra y ceder méritos a autores varones de renombre, lo que destinó a muchas de ellas al olvido.